17 de agosto de 2015

Historia: Paseo Nocturno

Un sábado por la mañana, me desperté con el sonido de mi teléfono móvil, muy aparte de levantarme con una erección y con un dolor de estómago atroz, pude notar que estaba sin mi frazada. Siempre sucede lo mismo, es como si alguien me desabrigara por las noches con el único motivo de molestarme. Automáticamente me dirigí hacia el baño para poder expulsar todos los demonios consumidos la noche pasada. Al terminar, me acerque a la mesita de noche y cogí el móvil. Recibí una invitación de un compañero de la universidad, teníamos una regular amistad, además, hacía mucho tiempo que no salía por la noches y que mejor manera de hacerlo junto con este buen compañero. Entusiasmado decidí aceptar la invitación, se trataba de una pequeña salida por las calles de Lima. Poco más tarde recibí otro mensaje que decía: “Pasamos por ti a las nueve de la noche, no vayas a comer algo pesado porque hoy la cagamos”. Tenía que estar preparado para cualquier cosa, incluso para los gritos que soltara mi padre el domingo por la mañana, al verme completamente mareado e inconsciente, recostado en mi cama. Dirá aquella típica pregunta: “¿Estas borracho?, y yo responderé: “Borracho y coqueado, papa”. Siendo las nueve y media de la noche, un auto Subaru del año 2007 se estaciono en la puerta de mi casa, tocaron el claxon  dos veces, salí por la venta, levante la mano y baje rápidamente. Me despedí de mis padres, antes de salir mi mama me dijo: “Abrígate bien, está haciendo mucho frió y por favor, no tomes mucho”. Al salir de mi casa me acerque al carro, pude notar que habían tres personas más. El compañero que conducía, era el mismo que me había enviado la invitación por la mañana, y los demás eran algunos compañeros de la universidad. Apenas me acordaba de sus nombres y de sus rostros, fue entonces que comenzamos nuestra ruta nocturna. Nos dirigimos hacia la puerta de un departamento un poco lejos de mi casa, se acercó un sujeto alto y con gorra, era un poco mayor que nosotros. El motivo de su acercamiento era para vendernos un poco de cocaína y mariguana, lo cual nosotros pagamos sin duda alguna. Después de pasear por diferentes calles de Lima, junto con una botella de ron a poco acabar, unas latas de cerveza, envoltorios de papitas saladas, 2 gramos de cocaína y 4 gramos de mariguana, decidimos ir al casino para apostar algo del dinero restante, en otras palabras, para perder todo el dinero que nos sobraba. Tengo que admitir que soy bueno jugando al “black Jack”, soy algo bueno en el “póker” y soy demasiado pésimo para el juego de la ruleta. No calcule el dinero perdido en ese día, lo único que si sabía era, que había perdido el dinero que mis padres me habían dado para mis gastos personales del fin de semana. Me acosté con una mujer que ni siquiera recuerdo el color de su piel. Vomite el licor ingerido minutos antes de regresar a mi casa. Imagine que estaba montado en un elefante color rosa gracias al consumo de la mariguana. Le grite a un transeúnte por cruzar la pista cuando el semáforo estaba en color verde y le grite a otra persona por orinar debajo de un puente. Creí que moriría ese día, pues, mi compañero conductor, estaba manejando borracho, incluso le pregunte si podía manejar en ese estado, y el respondió de la siguiente manera: “Yo se manejar borracho. Antes de saber a manejar sobrio, debes saber a manejar borracho. No te preocupes, cuando estás conmigo, estas con Dios.” Yo creía en Dios, pero ahora sabía que existen otros dioses, y uno de ellos era él. No recuerdo que ruta tomamos para llegar a mi casa. No recuerdo ni como subí a mi cuarto. No recuerdo cuánto dinero gaste en esa noche. No recuerdo si le di las gracias a mi compañero por dejarme en la puerta de mi casa. Un domingo por la tarde desperté con un fuerte dolor de cabeza, además, con un dolor de cuello insoportable y los ojos rojos e hinchados. De a pocos iba recordando lo sucedido la noche pasada. Me desperté sin la frazada, como siempre, pero esta vez, desperté fuera de mi cama, o sea, en el suelo. Una noche para no olvidar.

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