Un sábado por la mañana, me desperté con el sonido de mi
teléfono móvil, muy aparte de levantarme con una erección y con un dolor de
estómago atroz, pude notar que estaba sin mi frazada. Siempre sucede lo mismo,
es como si alguien me desabrigara por las noches con el único motivo de
molestarme. Automáticamente me dirigí hacia el baño para poder expulsar todos
los demonios consumidos la noche pasada. Al terminar, me acerque a la mesita de
noche y cogí el móvil. Recibí una invitación de un compañero de la universidad,
teníamos una regular amistad, además, hacía mucho tiempo que no salía por la
noches y que mejor manera de hacerlo junto con este buen compañero.
Entusiasmado decidí aceptar la invitación, se trataba de una pequeña salida por
las calles de Lima. Poco más tarde recibí otro mensaje que decía: “Pasamos por
ti a las nueve de la noche, no vayas a comer algo pesado porque hoy la
cagamos”. Tenía que estar preparado para cualquier cosa, incluso para los
gritos que soltara mi padre el domingo por la mañana, al verme completamente
mareado e inconsciente, recostado en mi cama. Dirá aquella típica pregunta:
“¿Estas borracho?, y yo responderé: “Borracho y coqueado, papa”. Siendo las nueve
y media de la noche, un auto Subaru del año 2007 se estaciono en la puerta de
mi casa, tocaron el claxon dos veces,
salí por la venta, levante la mano y baje rápidamente. Me despedí de mis
padres, antes de salir mi mama me dijo: “Abrígate bien, está haciendo mucho
frió y por favor, no tomes mucho”. Al salir de mi casa me acerque al carro,
pude notar que habían tres personas más. El compañero que conducía, era el
mismo que me había enviado la invitación por la mañana, y los demás eran
algunos compañeros de la universidad. Apenas me acordaba de sus nombres y de
sus rostros, fue entonces que comenzamos nuestra ruta nocturna. Nos dirigimos
hacia la puerta de un departamento un poco lejos de mi casa, se acercó un
sujeto alto y con gorra, era un poco mayor que nosotros. El motivo de su
acercamiento era para vendernos un poco de cocaína y mariguana, lo cual
nosotros pagamos sin duda alguna. Después de pasear por diferentes calles de
Lima, junto con una botella de ron a poco acabar, unas latas de cerveza,
envoltorios de papitas saladas, 2 gramos de cocaína y 4 gramos de mariguana,
decidimos ir al casino para apostar algo del dinero restante, en otras
palabras, para perder todo el dinero que nos sobraba. Tengo que admitir que soy
bueno jugando al “black Jack”, soy algo bueno en el “póker” y soy demasiado
pésimo para el juego de la ruleta. No calcule el dinero perdido en ese día, lo
único que si sabía era, que había perdido el dinero que mis padres me habían
dado para mis gastos personales del fin de semana. Me acosté con una mujer que
ni siquiera recuerdo el color de su piel. Vomite el licor ingerido minutos
antes de regresar a mi casa. Imagine que estaba montado en un elefante color
rosa gracias al consumo de la mariguana. Le grite a un transeúnte por cruzar la
pista cuando el semáforo estaba en color verde y le grite a otra persona por orinar
debajo de un puente. Creí que moriría ese día, pues, mi compañero conductor,
estaba manejando borracho, incluso le pregunte si podía manejar en ese estado,
y el respondió de la siguiente manera: “Yo se manejar borracho. Antes de saber
a manejar sobrio, debes saber a manejar borracho. No te preocupes, cuando estás
conmigo, estas con Dios.” Yo creía en Dios, pero ahora sabía que existen otros
dioses, y uno de ellos era él. No recuerdo que ruta tomamos para llegar a mi
casa. No recuerdo ni como subí a mi cuarto. No recuerdo cuánto dinero gaste en
esa noche. No recuerdo si le di las gracias a mi compañero por dejarme en la
puerta de mi casa. Un domingo por la tarde desperté con un fuerte dolor de
cabeza, además, con un dolor de cuello insoportable y los ojos rojos e
hinchados. De a pocos iba recordando lo sucedido la noche pasada. Me desperté
sin la frazada, como siempre, pero esta vez, desperté fuera de mi cama, o sea,
en el suelo. Una noche para no olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión me importa muchísimo.