13 de agosto de 2015

Historias: Carta para alguien que no recuerdo

Han pasado ocho años desde que nos conocimos, desde que yo te conocí, por así decirlo. Jamás fue una coincidencia conocerte, yo si quería hacerlo y tú me lo permitiste. En esos tiempos no te comprendía, no te escuchaba, ni mucho menos tome en cuenta los consejos que me diste. Ya no soy el niño arrogante, patán y muy vulgar que solía ser. Soy algo vulgar, se me escapan algunas groserías de vez en cuando. ¡Mierda! ¿Ahora me crees? Uso la palabra niño porque en realidad lo era y lo sigo siendo, yo sé que nunca te gusto esa actitud, aunque a veces pienso que te aprovechaste de eso para alejarte de mí. No te odio y creo que tú tampoco me odias, jamás te odie, jamás desee que te fuera mal. Ahora y más que nunca, te deseo lo mejor del mundo, para tu hija en especial. ¿Cuántos años tiene? Ya debe pesar más. Cuando vi a tu hija no sabía que decir, y cuando me dijiste “cárgala”, aun peor, te di un pretexto tonto para no hacerlo y con toda sinceridad, no me sentiría bien si la cargara y la mirara a los ojos, lo mucho que puedo hacer por ella es llevarle un obsequio, acompañado con unas palabras como: “es muy bonita y se parece a ti”
Recuerdo la primera vez que te hable, me miraste de reojo y respondiste a mis dudas, así es, use otro pretexto tonto para conocerte, cosa que, jamás me arrepiento de ello. Días más adelante me buscaste al final de mi clase y no me encontraste, me entere por un compañero de curso, me lo dijo con un tono entusiasmado, como si fueran a buscarlo a él. No era algo normal que una chica de sexto de primaria fuera a buscar a un jovencillo pervertido de segundo de secundaria, fue entonces que de esa relación, por así decirlo, fueron incrementando los casos. Cada día te conocía más, tu color favorito era el rosado, te gustaba la música pop, nunca comías los panes con hamburguesa de la cafetería porque tenían mucha grasa y te acostumbrabas a ponerle un diminutivo a cada cosa que explicabas. Una de las cosas que me gustaba de ti era tu actitud de niña engreída, te caía muy bien en cada situación, incluso cuando insultabas a tus compañeros de clase cuando te veían hablar conmigo, ellos te molestaban y tú respondías de manera grosera. Recuerdo que me preguntaste: “¿Quién te compro tu IPod?”, yo te respondí: “Me lo regalo Papa Noel”, te cagaste de risa, incluso me insultantes después de reírte, yo solo te sonreí y después te volviste a reír. Te burlaste cuando me caí de mi patineta, solo para demostrarte que si podía saltar el muro, reíste cuando te bese, sonreíste cuando tome tus manos, me abrazaste desprevenidamente y te alejaste cuando más te necesitaba.
No tuvimos un largo tiempo, los días pasaban y el año escolar ya terminaba. Faltando un mes para terminar el año escolar, creí que quizás podía tener una relación contigo, lo conseguimos, pero el tiempo no fue lo suficiente para demostrar lo que realmente sentíamos. Durante las vacaciones de verano, jamás vi un mensaje tuyo, no quería verlo, no tenía las palabras necesarias para decirte que no podía verte. Unos días antes de terminar el colegio, te presente a uno de mis mejores amigos, no tenía muchos amigos, hasta ahora no los tengo. Jamás me pude imaginar que durante esas vacaciones, tú tenías conversaciones continuas con él. Al principio me pareció genial su amistad, no tenía ningún problema con ninguno de los dos, jamás buscaba un problema contigo, ni mucho menos con mi mejor amigo. Comenzando el nuevo año escolar, decidiste ignorarme, decidiste alejarte de mí y borrar todos aquellos momentos que habíamos pasado juntos. Empezaste a salir con mi mejor amigo, quizás querías venganza por lo que te había ignorado en el verano o sencillamente él te interesaba de verdad, me sentí mal e incluso me deprimí bastante, tanto fue la depresión, que aprendí a vivir con ello. Con el transcurso de los días iba superándolo, mi amigo me contaba las cosas que hacías con él, cada día me afectaba menos, ya no sentía nada por ti, llegue a olvidarte en cuanto menos lo esperaba. Pasaban lo años, su relación entre ustedes crecía más, ya no eras aquella chica de antes, ya no sabía tus gustos, ni tus aficiones, ni mucho menos tus metas, apenas volteabas a mirarme. Cuando estaba a punto de terminar el colegio, me buscaste en el momento menos indicado, me volviste a hablar después de dos años y medio. Ya había olvidado tu forma de hablar, había olvidado aquella mirada que me dejaba perplejo y había olvidado esos labios que un día me dijeron “eres muy agradable”. Te acercaste a mí y me pediste unos momentos para poder conversar, de forma grata, yo acepte. Me preguntaste sin rodeos y directamente si yo sabía algo sobre mi mejor amigo, en otras palabras, si realmente te era fiel, si realmente él te quería. Déjame decirte que fue en ese entonces, que decidí obtener mi venganza durante todos estos años de total ignorancia que me diste. No la merecía, lo que si merecía era una discusión por parte tuya, además te iba a dejar ganar en esa discusión. Decidí mentirte, decidí ocultarte toda la verdad, quería que fueras engañada de la peor manera, quería verte sufrir por una persona que jamás te quiso. Nunca te conté los secretos que ocultaba mi mejor amigo durante su relación, solo por el motivo de verte sufrir, además, las cosas que cuentan los amigos, se quedan entre amigos, siempre ha sido una costumbre mía. Su relación termino, jamás se volvieron a ver, a veces pienso el por qué fue el motivo de su separación, yo quería que siguieran juntos. Jamás me despedí de ti al momento de terminar el colegio, estaba planeando en hacerlo, al igual que con otras personas que tampoco lo pude hacer. Cuatro años después recibí  una invitación tuya, dicha invitación era para celebrar el nacimiento de tu hija, sin duda alguna decidí aceptar tu invitación, lleve una bolsa de pañales y una sonaja color rosa, aceptaste mis regalos, salude a todos sin saber quiénes eran, me abrazaste y me invitaste una copa de vino. Todo había cambiado, ya no te podía ver como en el colegio, ya eras todo una joven madre, una joven que decidió cagarla justo antes de terminar el colegio, perdón, una joven que no uso protección durante las relaciones sexuales. No conocía al padre, tampoco me hubiera gustado conocerlo, es más, no me hubiera gustado ver su cara cuando se enteró que iba a ser padre. Tuvimos una pequeña conversación, yo había cambiado, ya no usaba lentes y en tu caso ya no usabas los frenos. Me preguntaste como me iba, si ya había cumplido algunas metas, si aún me gustaba patinar, si en realidad era homosexual y por qué nunca decidí hablarte en aquel verano. Todas tus preguntas las conteste adecuadamente, supiste comprender todos mis motivos, supiste entender mi actitud, ya eras lo suficientemente madura para comprender a las personas. Me invitaste para tu cumpleaños, yo cordialmente te dije: “Ahí estaré, puedes contar conmigo para lo que sea”, pude notar que querías de vuelta mi amistad, pero en realidad yo quería lo contrario. Me ausente en tu fiesta de cumpleaños, me ausente en la fiesta de tu hija, borre los mensajes e invitaciones que me mandaste y te ignore cuando me viste pasar en el centro comercial. No te odio, no tengo ni el más mínimo rencor hacia ti, quiero que te valla muy bien de hoy en adelante. Si te veo por la calle, escucho tu nombre o me preguntan por ti, yo solo diré: “no la recuerdo”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión me importa muchísimo.